viernes, 6 de diciembre de 2013

Imágenes de la decadencia capitalista: el hombre fumando


  Un hombre solo en la penumbra de su habitación. Su rostro era iluminado por el mortecino resplandor del monitor y la pulsante llama del cigarro. Envuelto en humo, como las síbilas de antaño, el hombre fumaba y leía antiguos mensajes enviados en épocas más felices. A lo lejos, atravesando esas cuatro paredes de papel a las que llamamos piso, se oía a una pareja discutir. Un hombre y una mujer, unos vecinos a voz en grito. La habitación era pequeña, apenas mayor que un zulo pero mucho menor que una mansión. Y el hombre fumaba. Al echar la ceniza contempló el cenicero bañado por la débil iluminación. El cenicero, la ceniza y las colillas: una metáfora perfecta. Volvió entonces al mensaje, por enésima vez. Sí, el cenicero es la metáfora, de aquello que ardió para acabar...

  Porque hay cosas que no se pueden decir, se deben ocultar, guardar con celoso secreto. Lo demás es dolor. Es mentira eso de que no se pierde nada por intentarlo, un simple dicho, un lugar común, un entimema de nuestro tiempo. Es mentira porque siempre se pierde algo, o se pierde todo. Sí, alguien dijo una vez eso sobre la verdad, que es revolucionaria, sí. En cierto modo lo fue, aunque más bien contrarrevolucionaria. Sí que se puede perder todo por decir algo y, al final, solo cenizas y silencio. ¿Y si nunca se hubiera dicho (porque se dijo así, como una necesidad, con palabras más poderosas que uno mismo)? Bah, es inútil plantearse esas cosas hipotéticas. Se dijo, ahora solo queda el silencio, frío como la muerte. Si hubiera alguna forma de solucionarlo, de volver a lo de antes, a las risas y confidencias, sin nada más... pero no la hay, no la hay. A veces, decir algo, pronunciarlo, nombrarlo, es matar ese algo. Y ahora, solo silencio, frío como la muerte.

  Silencio frío como la muerte en el frío del invierno. Ya no se oía a los vecinos y la ceniza se seguía acumulando. Quizás uno hubiera matado al otro. Titular estándar para la prensa. Quizás se hubieran matado mutuamente. Titular espectacular para la prensa. Quizás uno se hubiera ido para no volver nunca a los brazos del otro, sería lo más normal, lo ordinario. Y en ese caso, ningún titular para la prensa. Solo silencio. Silencio y ceniza y colillas sobre un viejo cenicero iluminado por una luz mortecina.

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