viernes, 30 de noviembre de 2012

Entre Neruda y Beethoven

Aquello que espera, y afirma, y siente
vibrar esas pausas, calladas, nerviosas,
de jóvenes gestos que surgen a veces;

palabras fugaces, y verdes, y rojas,
cantando pasiones, y luchas, amores
de infancia pasada, de aquí y de ahora;


nombrando fugaz a la más triste noche,
solitaria y perdida en el abismo
de las insomnes pupilas y las flores

marchitas entre las páginas de un libro
olvidado de Neruda. Escribir,
por ejemplo, algo sobre nuestro sino

fatídico, romántico (color gris
ceniciento, o negro muerte, o azul
como el mar, esa inmensa masa sin fin).

Escribir, por ejemplo, a la juventud
que baila y sonríe en tan bella danza
mientras sueña con besos de videoclub

y gran pantalla, de extasiadas muchachas,
de romances sonoros llenos de verbos
y epítetos, donde nunca se acaban

las miradas, los encuentros, el deseo.
Escribir sobre esa chica alegre
que, riendo, inutiliza el adverbio.


Aquello que espera, y afirma, y siente
vibrar esas pausas, calladas, nerviosas,
de jóvenes gestos que surgen a veces;

palabras sencillas, y magnas, gloriosas,
cantando pasiones, y luchas, combates
de hombre valiente, de aquí y de ahora;


Nombrando la cárcel, lejanos lugares
donde los crueles mismos se adjetivan
sobre los ríos de la inocente sangre

de los héroes anónimos que sufrían
y sufren lo indecible, esos delirios
insondables de la humana caída,

delirios de raza, delirios-suicidio
que suicidan al hombre en su miseria
privándolo así de su interior más lírico.

Amigos, no en esos tonos, la comedia
aún no es finita, y la lucha prosigue
resoplando con resonancias poéticas,

avanzando hacia la aurora; y salpique
a quien salpique la marea del hombre.
La comedia aún no ha acabado, caciques

más grandes caerán que aquellos que se esconden
en los versos de la historia; ya que tiemblen,
pues llegamos para imponer nuestras voces.


Aquello que aspira, y afirma, y siente
vibrar esas pausas, calladas, nerviosas,
de jóvenes gestos que surgen a veces;

palabras fugaces, y verdes, y rojas,
cantando canciones, pasiones perdidas,
presentes, futuras, de aquí y de ahora;

existe en el mundo y trae alegría,
y es lo que es, y será y ya fue,
entre Neruda y Beethoven... poesía.

Opus 133 (4.- Lo Real -4)


Anteriormente en Opus 133


  Mientras la vida del señor Bergman transcurría con su monotonía habitual nosotros mejoramos notablemente el procedimiento de implantación de recuerdos. Bien es cierto que seguimos necesitando la máquina desarrollada por el señor Füller para la implantación total, pero hemos logrado realizar implantaciones parciales mediante ultrasonidos en la música normal y corriente, sin necesidad de recurrir a ningún aparato de aspecto extraño. El método ha sido muy exitoso y en la actualidad muchas empresas lo utilizan en sus anuncios para comercializar sus productos, pagando una cuantiosa suma a nuestro gobierno, por supuesto. También ha sido demostrado ser válido para inculcar valores tales como la lealtad o el patriotismo. Esa ha sido sin duda la aportación más completa de Brian Füller a la humanidad.

  Pero mientras las cosas nos iban tan bien a nosotros, el señor Bergman lo estaba pasando un poco mal. Cierta melodía insistente se le repetía una y otra vez, un tema de Beethoven, tengo entendido. Por supuesto estábamos realizando un seguimiento y en seguida nos dimos cuenta de que tan repentino talento musical en una persona sin el menor gusto estético resultaba extremadamente sospechoso. Nuestros científicos lo analizaron y llegaron a una interesante conclusión: habíamos sido capaces de eliminar todos los recuerdos de Füller, pero la música, eso no fuimos capaces de eliminarlo.

   La única solución que vimos factible fue implantarle unos nuevos recuerdos y enviarlo a un lugar donde su talento musical no pudiera ser desarrollado y, por tanto, pasara inadvertido. Casualmente por aquellos días había sido asesinado en una de nuestras atestadísimas prisiones un tipo de lo más rastrero, un tratante de blancas que había llegado a matar a su propia esposa. Así fue como el cuerpo del señor Füller, tras pasar unos años por Joseph Bergman, agente de seguros, asumió todos los recuerdos del presidiario 4815162342 conocido para el gran público como Steven Butcher. Un traslado a otro presidio y el problema estaba solucionado. O eso pensábamos entonces, pero resultó no ser así.


viernes, 23 de noviembre de 2012

Opus 133 (4.- Lo Real - 3)


Anteriormente en Opus 133


  La noche del veintidós de enero del ochenta y cuatro, agentes de la CIA asaltaron la casa del señor Füller haciéndose pasar por unos simples ladrones. La espía fue eliminada. Para reducir al mínimo los daños colaterales tuvimos que dejar inconscientes al resto de habitantes de la casa. La niña fue mandada a un orfanato y a su padre se le dijo que había fallecido. La agencia siempre busca tener un seguro, y en caso de que la fructífera colaboración que manteníamos se hubiera roto en algún momento… Bueno, la niña no estaría ahora mismo ahí sentada.

  ¿La ve? Su nombre real es Emily Füller. No grite, no puede oírle con todas las drogas que le hemos suministrado. Por favor déjeme continuar con la historia. No nos obligue a drogarle a usted también.

  Bien, ahora que ya está más calmado permita que prosiga. Tras la eliminación de la agente bolchevique los genes de la familia Füller dieron un paso al frente, por así decirlo, y el hijo desarrolló la misma enfermedad que había tenido el padre. A pesar de todos nuestros intentos por ayudarle, el señor Füller intentó suicidarse en un par de ocasiones. Por suerte para todos, nunca alcanzó su objetivo. Tan desesperado estaba que fue objeto de acalorados debates en las más altas esferas. La gravedad de su estado era evidente, pero usted mismo nos proporcionó la solución perfecta.

  Aún recuerdo aquella mañana que usted apareció en mi despacho diciendo que quería ser el sujeto número uno en la fase de experimentación. No nos quedó más remedio que aceptar, señor Füller. Desde ese mismo momento usted asumió todos los recuerdos y la vida de Joseph Bergman, agente de seguros, un hombre bastante mediocre que había fallecido en un accidente aéreo de poca importancia.



viernes, 16 de noviembre de 2012

Opus 133 (4.- Lo Real - 2)




   El señor Füller aceptó enseguida trabajar para nosotros, los únicos interesados en financiar los aspectos prácticos de su teoría; y esta fue una colaboración harto beneficiosa para ambas partes hasta que el joven matemático decidió casarse con una bella mujer llamada Katherina. Al principio todo siguió bien en su trabajo. De hecho, logró encontrar una solución al principal problema teórico que impedía la obtención de resultados en la práctica. Y la solución que usted proporcionó a ese problema, señor Füller, era justo la que estábamos buscando.

  Fue entonces cuando decidimos dar un paso más en nuestra colaboración y le explicamos nuestro verdadero interés en el asunto. El gobierno soviético llevaba décadas usando técnicas de lavado de cerebro totalmente desconocidas para nosotros, y América no tenía ni siquiera una leve teoría al respecto. Hasta que apareció usted con su intento de curar las enfermedades mentales. Sí, su objetivo era muy loable, pero en la mayoría de ocasiones es más necesario lo práctico que lo loable. A pesar de que nuestros objetivos divergían ligeramente, el señor Füller se mostró dispuesto a continuar su relación de amistad con nosotros.

  Pero volvamos al tema de Katherina. ¿He mencionado ya que había nacido en Stalingrado? Creo que no. Verá, la cuestión es que el comportamiento de su esposa era realmente sospechoso, y en aquella época no podíamos haber actuado de otra manera. Al fin y al cabo vender secretos de estado al gobierno soviético siempre ha sido considerado alta traición en Estados Unidos.

  Así que en la agencia teníamos un problema. Por un lado teníamos al prodigioso matemático, que no sólo nos podría dar la clave de la victoria de la Guerra Fría sino la forma segura de moldear a nuestra imagen y semejanza el mundo que viniera después. Pero por otro lado su amadísima esposa no era otra cosa más que una sucia espía. Por supuesto la CIA siempre puede solucionar cualquier problema.




viernes, 9 de noviembre de 2012

Opus 133 (4.- Lo Real - 1)


Anteriormente en Opus 133

  Bienvenido, veo que ya se ha despertado. Por desgracia debemos mantenerle atado, usted comprenderá señor Conrad, ¿O debería decir señor Füller?

  Ya veo que entiende a la perfección de lo que le estoy hablando. Interesante, no sabíamos con certeza hasta donde llegaba su conocimiento de la situación. Tengo una historia que contarle, Brian, pero antes permita que me presente, de nuevo. Mi nombre es Jonathan Ford y trabajo para el gobierno de los Estados Unidos, para la CIA, en concreto. Es posible que usted me recuerde, trabajamos juntos durante un largo tiempo.

  Bien, ya veo que no me recuerda y que se muestra poco hablador, quizás tengamos que resolver ese pequeño problema de colaboración por su parte, señor Füller, pero antes permítame contarle esa historia que le debo. Quizás algunas partes le suenen, se lo advierto.

  Corría el año 1958 cuando vino a este mundo un niño llamado Brian Füller hijo de unos alemanes emigrados ante el auge del nazismo en su tierra natal. Este chico era realmente brillante en muchos aspectos, tenía un talento natural para la música y las matemáticas. Por desgracia no todo sería fácil para él, con apenas seis años vio en primera persona el suicidio de su padre, que siempre había sido un tanto depresivo. Pero eso no impidió a este chaval entrar en Harvard y sacar la carrera de matemáticas antes que nadie, no sólo eso, también Física. Un chico inteligente, diría yo, como los que nos gusta tener a nuestro lado.

  La cuestión es que el suicidio de su padre le había dejado un poco marcado y el chiquillo se había planteado un objetivo vital. Había tenido, digamos, una idea brillante. Según su teoría, mediante una combinación de música y determinados tipos de radiaciones y esas cosas que estudian los físicos se podrían eliminar por completo las enfermedades mentales. Esta idea, en principio utópica comenzó a tener ciertos visos de realismo cuando el señor Füller descubrió que, teóricamente, mediante este procedimiento podía alterar los recuerdos de una persona eliminando sucesos traumáticos de su pasado y sustituyéndolos por experiencias más agradables. Fue entonces cuando la agencia se interesó por el trabajo de este joven matemático.





viernes, 2 de noviembre de 2012

Opus 133 (3.- La Gran Fuga - 7)



  Me puse completamente pálido en aquel momento y tuve que pedirle algo de beber para soportar aquello. Sin duda era mi sueño lo que me había llevado hasta allí, pero ¿por qué?

  Ella salió del camerino para buscar un vaso de agua y yo me quedé solo unos momentos. No pude resistirme a la tentación de coger de nuevo la fotografía y observar al hombre que ella aseguraba que era su padre. Y entonces me fijé. La firma, esa maldita firma. Era una letra enrevesada, pero yo no podía dar crédito: era mi maldita letra. Pero lo peor de todo no era eso, dos personas pueden tener una caligrafía similar. Lo peor de todo era que el nombre que figuraba en la firma era "B. Füller”.

  Cogí de inmediato un trozo de papel de la libretita que llevo siempre encima y le escribí el nombre de mi hotel y el número de mi habitación. Me tenía que ir de allí, no era capaz de asimilar nada de eso. Era todo tan terriblemente ilógico…

  Pero ahora creo que tengo la solución, sé que ella vendrá a buscarme, lo sé, al igual que sé que yo conozco a esa niña, al igual que sé que yo amé a su madre, al igual que sé que yo soy su padre…

  Llaman a la puerta, tiene que ser ella.



Fin de la tercera parte