viernes, 26 de octubre de 2012

Sola, contemplativa, silenciosa.

Iba yo paseando solo, cavilando en mis cosas, camino de casa, cuando simplemente sentí su presencia: una visión fugaz, solitaria, enigmática. Debéis saber que ella se sentaba silenciosa en las rocas colindantes al camino; al mar observando, serena y pensativa. La miré en la distancia, cabellos castaños, curvados, rizados; con que el viento jugaba salvaje. Bajo su silueta las olas rompían clamorosas sumando sonidos al los del aire y los pájaros. Sus ojos oscuros se clavaban en el calmo horizonte, ansiando un mañana, sumidos en atardeceres.

Sabiamente, parecía reflexionar sobre el mundo, sobre hipotecas y crisis, sobre cuentas y bancos, sobre cartillas de ahorros sólidamente entregadas a salvar lo insalvable. Quizás no fuera en eso, pero en algo pensaba sobre la rocosa orilla de un mar salvaje y sin límite. Quizás no pensara en los problemas de todos sino en una esperanza: en una entrevista para un nuevo trabajo, en colmar sus sueños y sus ilusiones; sí... quizás en eso pensaba.

O sentía en su sangre el clamor del verano. ¡Ah, los nuevos amores! Sonrisas inciertas que acaban llenando nuestros corazones sombríos, como un bálsamo contra lo sufrido, contra lo vivido y lo deseado. Sí, sería eso en lo que pensaba. Y así, su dulce sombra cantaba crujientes sonidos sobre las algas; melodiosos, suaves y seductores cánticos coralinos exudando pasión y sentimiento. Sí, en eso pensaba.

Y con eso, me alejé de su vista por el paseo concurrido y turístico, del uno a la masa de turistas y gentes que sonrientes, observaban. Seguí mi camino como quien sigue adelante, ciego e inmune, contra la pequeña belleza de las cosas. El adormecedor cántico de las olas se perdió en la marabunta de coches y buses, de radios y músicas y las motos rompiendo el barullo monótono. Y entre tantas cosas que no tienen importancia, finalmente llegué a casa, me hice la cena y puse la tele para adormecerme un rato.

Pero su recuerdo me embargaba: ella sola, silenciosa, como una estatua frente al mar inmortal. Y podría estar pensando en tantas cosas... Amores, trabajo, dinero; pero, ¿y si pensaba en lo otro?