sábado, 23 de febrero de 2013

París



«París es una enorme metáfora»
Rayuela, Julio Cortázar




  Haces de luz deslizándose entre la Torre Eiffel, oleadas de arte emergiendo del Louvre, acordeones callejeros resonando en Montmartre. A veces recorro París con la mente, imaginándome en aquella otra esquina o ese puente sobre el Sena. París es la ciudad de un millón de sueños, donde los soñadores nunca despiertan. Un vaso de absenta en el Moulin Rouge, un mirar a los ojos de esa preciosa mujer, un contemplar exhausto a los Campos Elíseos.

  El mundo es un lugar triste y vacío, salvo París.

  Nunca he estado entre tus calles, lo confieso. Nunca he paseado por tus bulevares ni me he sentado en tus terrazas a contemplar cómo pasa la mañana. Nunca he vivido un atardecer en tus aires, lo confieso. Y quizás nunca lo haga, pero en ocasiones el deseo es más fuerte que la realidad y puede modelar nuestro mundo. Sí, París, sí; nuestro mundo, el tuyo y el mío.

  Entre tus calles, me veo como un vagabundo: deambulando, observando, respirando, leyendo Rayuela en algún parque olvidado y haciendo afear la belleza que me rodea. Me veo como un vagabundo, en ocasiones vendiendo poemas, en ocasiones suplicando limosnas, sólo para poder rodearme de tus joyas, tus encantos y tus encuentros. ¿Encontraría a la Maga? Quién sabe si existe siquiera...

  Entre tus calles, me veo como un vagabundo; y París lo es todo para mí, pero yo soy solo una mancha en el discurrir de su tiempo, de su encanto, de su brisa. Para mí, el todo; para París, la nada. Y así, París, es como te echo de menos sin haber estado nunca en Montmartre, en el Louvre, en aquella preciosa mujer,... Y así, París, es como te echo de menos sin haber sido nunca tuyo.


jueves, 14 de febrero de 2013

Soneto nocturno (11)


Divisar el mañana, encontrar un camino
en el cual las pasiones, los momentos, los besos
del amante a la amada se remarquen impresos
en lo breve del tiempo, en ardor repentino.

Vadear estos ríos del insomnio malditos,
esquivar los problemas de la vida orgullosa
y emerger victorioso, aferrando la rosa
del mirar delicado de unos ojos bonitos.

En la noche que pasa, silenciosa y callada,
contemplando la luna, las estrellas y el cielo
(las farolas oscuras, el cantar de la nada),

el poeta se cansa de apartar el flagelo
del temor y la duda, que le espera apostada
a la puerta de casa, impidiendo sus sueños.

viernes, 8 de febrero de 2013

Soneto nocturno (10)


En la hora más oscura te pienso:
rostro etéreo con sonrisa de plata,
piel de ángel y ojos que atrapan
besos secretos lanzados al viento.

En la hora más oscura te enredo
en los sueños, los gestos, las palabras
que calladas (deseosas) alaban
tus manos que esculpen el firmamento.

En la hora más oscura se encuentran
la inteligencia, gracia y el encanto
de tus labios, de tu cuerpo y tus piernas.

En la hora más oscura te llamo
y al nombrarte conjuro la belleza
donde se puede encontrar lo que amo.