miércoles, 27 de noviembre de 2013

Pasan los días por cientos


Pasan los días por cientos
en una neblina fría
donde mueren los momentos

y fallece la alegría
en este rincón oscuro
donde nunca nace el día.

En este mundo inseguro
la muerte es lo único cierto
y el llanto, lo único puro.

La agonía del despierto
lo invade todo implacable
con su brutal desconcierto.

Y olvidamos lo olvidable,
recordamos los dolores,
lidiamos con lo incurable

porque quizás nazcan flores
sobre las cenizas grises
donde irradiaban colores.

Quizás tú nunca improvises
con la vieja partitura
y de él nunca precises,

pero él es la única cura
que no nos niega este mundo
a la herida que supura.

Él es lo único fecundo
que crece en la primavera
plagada de este aire inmundo

que es la náusea y la sordera,
que es la angustia y el dolor
y el destino que no espera.

La agonía del temor,
el perderse en el recodo,
el olvidar el amor.

La náusea lo inunda todo
y ese todo lo convierte
a su propio, triste modo
por que el sol nunca despierte.

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