viernes, 29 de noviembre de 2013

Fábula del sol, la niña y la luna


La chiquilla seguía
por el camino
para nunca encontrarse
con el hastío,

pero el sol le pregunta:
«dime, muchacha,
¿por qué con tanta prisa
te vas de casa?»

Pero ella no escucha,
solo se ríe
y continúa andando,
cortando el aire.

Ya se le hace de noche,
con sus estrellas,
y la luna se asombra
de verla a ella.

Y la luna le dice:
«dime, mi niña,
¿por qué tan apurada
así caminas?»

Pero ella no escucha,
solo prosigue
y se adentra en lo oscuro
con paso humilde.

Y en lo oscuro se adentra,
hasta la muerte
perdida en mil sombras,
entre la nieve.

Y cuando sol y luna
por fin se encuentran,
lloran sobre los restos
de nuestra bella

que abandonó su casa
buscando amante,
sembrando la esperanza
entre las calles

para acabar muriendo
en la vereda,
con su cuerpo temblando
y su alma inquieta,

porque nunca aprendió
que una muchacha
para al fin ser feliz no
necesitaba

encontrar en la vida
otra persona,
sino que le bastaba
con ella sola.

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