sábado, 16 de noviembre de 2013

A una bandera rota, embarrada


Caída de las manos de los hombres,
perdida entre la tierra cenagosa,
rota bandera en la temida noche;

luchaste con valor, y por las rosas
tu vida ya perdiste para siempre,
tú que te alzaste por no ver las sombras.

Caíste ante las huestes de lo breve,
fugaz, de lo vacío y cotidiano,
lo que es banal, lo que no llora o siente.

Perdiste la batalla, luego el llanto,
el duelo de tus últimos guerreros,
aún resonó para cantar tus salmos.

Rompió tu asta en pedazos en el fuego,
la sal de los rencores cotidianos,
hasta no ser más que un recuerdo etéreo.

Luchando, tus colores eran magnos:
el rojo de las rosas te vestía
y te cubrían los más blancos paños.

Perdiendo, tu destino se cumplía,
pues todo lo que empieza ha de acabar
para poder, pues, renacer sin prisa.

Alzándote, lograste ya ganar.
Contigo, con tu imagen y promesa
somos capaces de volver a amar

como antes, cuando todas las respuestas
yacían en los versos tan serenos,
tan inspirados de los grandes poetas.

Contigo, volveremos a los cielos
rasgar con las canciones dedicadas
a nuestra lucha, nuestro amar eterno.

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