viernes, 1 de noviembre de 2013

La ciudad innominada



  Retorcidas callejuelas que se pierden en la noche, oscuros recovecos donde se desatan las pasiones, senderos de tierra que entierran los amores. Así eres tú, estos son tus atributos, tus encantos y deleites. La ciudad donde el día es más oscuro que la noche, pues el alba trae la muerte y en la noche todo se esconde.

  Patios perforados por las escalas de los amantes, sucias tabernas que escancian el vino del olvido, casas de hechiceras donde se desvirgan las doncellas. Esto es lo que eres, sin florituras ni artificios. Ciudad donde el sexo despeña al amor a su muerte y los padres en el engaño duermen.

  Jóvenes siguiendo a prostitutas cojitrancas, viejas cuyo nombre resuena al entrechocar las piedras, señores y señoras que se arrojan al suicidio y la venganza. Esta, ciudad, es tu esencia, pura y llanamente. Lugar de matones y casquivanas, de putas sabias y damas engañadas.

  Tendrías tantos nombres que ni siquiera te han nombrado: Sión, Babilonia, Toledo o Salamanca, ¿qué más da? Un nombre solo encierra distinciones sin sentido de ese todo que es el mundo. Y dime, ciudad, ¿qué eres tú sino el mundo en que vivimos, con sus penas y aflicciones? Porque tú eres todo lo que brota, la esencia pura del ser. Tú eres todo lo que brota y todo lo que muere, pues el nacer lleva al morir como el vivir lleva al pecado in hoc lachrimarum valle.

  En esto veo, mis amigos, la ignominia de Dios.

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