viernes, 20 de agosto de 2010

Opus 133 (1.- El Sueño - 5)

Anteriormente en Opus 133


 - Verá, Joseph, a pesar de que usted no esté de acuerdo creo que debo mantener mi diagnóstico inicial. Todas estas pesadillas que tanta angustia le provocan no son más que un producto del estrés. Usted trabaja muchas horas al día y apenas tiene mayor entretenimiento que alguna que otra partida de ajedrez a la semana. Y lo peor es que lleva así mucho tiempo. Todo eso se acumula a un nivel subconsciente y suele estallar de esa forma. Es este estrés lo que provoca las pesadillas, y las pesadillas le provocan el insomnio, y la falta de sueño tiene, entre sus múltiples efectos perniciosos el de la paranoia.
 - Doctor, le aseguro que me siguen. No es paranoia.

  - Hágame caso, Joseph. Le convienen unas vacaciones, olvidarse de su trabajo por unos días y divertirse un poco, conocer gente y este tipo de cosas que se hacen cuando uno está ocioso.
  - No creo que eso me alivie. Ya le he dicho cómo son los sueños. ¡Por Dios, tiene usted sobre su mesa la descripción del de esta noche, ya ve como es! Además, ese hombre trajeado me sigue, estoy seguro de ello.
  - Hágame caso, Joseph. Créame, en mis años de profesión he conocido a gente con sueños similares a este y sé a que son debidos. Con respecto a lo de ese hombre… Bueno, Joseph, ¿no cree que si alguien le estuviera siguiendo realmente se lo pondría mucho más difícil al apartarse unos días de su rutina?
  - En eso puede que tenga razón, pero sepa que sigo en desacuerdo con su diagnóstico.
  - Mire, haremos lo siguiente, usted se va un par de semanas o el tiempo que estime conveniente, de vacaciones. Y a la vuelta volvemos a quedar y ya verá como se encuentra mucho mejor.
  - ¿Y de vacaciones a dónde?
  - Eso ya depende de usted, ¿no hay ningún sitio al que siempre haya tenido ganas de ir?
  - La verdad es que siempre he querido ir a Las Vegas.
  - Pues le vendrá bien. Un par de semanas en Las Vegas disfrutando bien del viaje desestresan a cualquiera.
  - Además, creo que he hallado un método para la ruleta, no puede fallar.
  - Usted siempre con sus matemáticas, Joseph, olvídese un poco de eso también, ¿quiere? Viaje hasta allí, emborráchese, vaya a algún espectáculo (en Las Vegas los hay a montones), y conozca a alguna mujer. Ya verá como vuelve usted como un chaval.
  - ¿Sabe, doctor?, quizá le haga caso, quizá…

VENDER SECRETOS DE ESTADO AL GOBIERNO SOVIÉTICO SIEMPRE HA SIDO CONSIDERADO ALTA TRAICIÓN.


  El último día que vino por aquí parecía estar mejor. De hecho estaba hasta hablador. Me contó que tenía planeado hacer un viaje a Las Vegas. Según él había descubierto un método para la ruleta que no podía fallar, trató de explicármelo un poco por encima, alborotadamente, pero había demasiados cálculos matemáticos de por medio y de chaval nunca se me había dado bien esa asignatura. Además tampoco me interesaba demasiado cualquier método desarrollado por un loco, la verdad.

  Bueno, la cuestión es que se pidió una cerveza (nada de whisky esta vez) y me propuso echar unas partidas al ajedrez. Yo acepté aunque tenía claro que iba a perder y a ello nos pusimos. Fue durante la segunda partida cuando su cara cambió de golpe. Estábamos jugando con una variante de la Siciliana creo recordar, pero eso no es importante.

  Su cara cambió de golpe y se puso tenso de repente. Sus ojos se ensombrecieron visiblemente, como los de un psicópata. Estuvo un rato así hasta que gritando me preguntó algo. Yo no le entendía, además estaba bastante asustado, así que traté de apartarme de él, pero entonces me agarró fuertemente por un brazo y se acercó a mi cara para preguntarme al oído:

  - ¿Qué cojones es esta puta canción?

  Yo le dije que no lo sabía, que era un CD que había traído mi jefe, pero él insistió en que lo mirara así que no me quedó más remedio que hacerlo. No me llevó ni un momento ir a la parte de atrás y coger la carátula del disco. Volví con él y le dije literalmente lo que ponía allí, hasta se lo enseñé con una mano temblorosa.

 - Cuartetos de cuerda, Beethoven, Gran Fuga, opus 133- dijo él en voz alta.

  Y tras esto salió corriendo del Jonathan’s sin siquiera haberme pagado la cerveza. Desde aquel día no volví a verlo.

PERO LA MÚSICA, ESO NO FUIMOS CAPACES DE ELIMINARLO.


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