lunes, 2 de agosto de 2010

Opus 133 (1.- El Sueño -3)

Anteriormente en Opus 133 



- Doctor, soy el Señor Conrad.
- …
- Verá, he vuelto a tener el mismo sueño.
- …
- El que le conté el otro día.
- …
- Sí, pero es que esta vez era peor. Mucho más realista, no parecía un sueño, no se si sabe a lo que me refiero.
- …
- Pero es que además había algo nuevo.
- …
- Bueno, era como una canción o algo así, una melodía que se repetía una y otra vez. Algo bastante desquiciante.
- …
- No, nunca la había oído.
- …
- ¡No me convencen esas explicaciones freudianas! Ya he leído ha Freud y no estoy de acuerdo.
- …
- Pues peor, ya le digo que era como si fuera real. Necesito verle en cuanto pueda.
- …
- No, tiene que ser cuanto antes. En cuanto salga del trabajo si puede ser.
- …
- Bien, de acuerdo, iré a su consulta al salir de la oficina. Hasta luego, doctor, y gracias.

POR SUPUESTO LE AGRADECEMOS LOS SERVICIOS PRESTADOS ANTERIORMENTE, SIN EMBARGO…



  Sí, empezó a beber de golpe. Ya le he dicho que antes sólo tomaba café. ¿Que cómo fue? Bueno, un día se presentó aquí por la tarde y me pidió un vaso de whisky. Tampoco me extrañé en ese momento pero sí que le noté nervioso, como preocupado por algo. En ocasiones echaba miradas furtivas a la puerta por esas gafas diminutas suyas, como si estuviera esperando a alguien, pero no llegó nadie con el que se relacionara. Él era un hombre poco hablador, no tenía amigos que yo sepa, aquí siempre vino sólo. Tomó ese vaso casi de penalti y se pidió otros dos que también se bajó rápido. Salió casi tambaleándose, con eso se lo digo todo. Se nota que no estaba acostumbrado a beber.

  No, ni un solo café más desde ese día. Por las mañanas, en el descanso del trabajo, bebía cerveza. Era por las tardes cuando se pegaba los lingotazos de whisky, pocos al principio, al cabo de un par de semanas ya empezaba a tener más aguante.

  Sí, siempre parecía preocupado por algo. Tenía pinta de no dormir muy bien, con ojeras y cara de cansancio todo el día. Además no paraba de mirar de reojo de un lado para otro, especialmente hacia la puerta. Sí, podría ser, un poco paranoico quizás. Un día le pregunté si estaba bien pero su contestación fue tan seca que dejé de hablar con él. Parecía como si le molestara hablar del tema.

  En aquellos días cambió su libretita por una carpeta llena de folios sueltos y se ponía en la barra a escribir y escribir números, ecuaciones y simbolitos raros. Cosas matemáticas, supongo. Lo hacía de forma frenética, como tratando de demostrarse algo a sí mismo o como si estuviera a punto de llegar a una conclusión importantísima. Ya sabe lo que se dice: la genialidad y la locura son sólo dos aspectos de la misma cosa. En esos momentos no se podía distinguir si era un auténtico genio o estaba rematadamente loco.

EL COMPORTAMIENTO DE SU ESPOSA ERA REALMENTE SOSPECHOSO, Y EN AQUELLA ÉPOCA NO PODÍAMOS HABER ACTUADO DE OTRA MANERA.


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