viernes, 16 de noviembre de 2012

Opus 133 (4.- Lo Real - 2)




   El señor Füller aceptó enseguida trabajar para nosotros, los únicos interesados en financiar los aspectos prácticos de su teoría; y esta fue una colaboración harto beneficiosa para ambas partes hasta que el joven matemático decidió casarse con una bella mujer llamada Katherina. Al principio todo siguió bien en su trabajo. De hecho, logró encontrar una solución al principal problema teórico que impedía la obtención de resultados en la práctica. Y la solución que usted proporcionó a ese problema, señor Füller, era justo la que estábamos buscando.

  Fue entonces cuando decidimos dar un paso más en nuestra colaboración y le explicamos nuestro verdadero interés en el asunto. El gobierno soviético llevaba décadas usando técnicas de lavado de cerebro totalmente desconocidas para nosotros, y América no tenía ni siquiera una leve teoría al respecto. Hasta que apareció usted con su intento de curar las enfermedades mentales. Sí, su objetivo era muy loable, pero en la mayoría de ocasiones es más necesario lo práctico que lo loable. A pesar de que nuestros objetivos divergían ligeramente, el señor Füller se mostró dispuesto a continuar su relación de amistad con nosotros.

  Pero volvamos al tema de Katherina. ¿He mencionado ya que había nacido en Stalingrado? Creo que no. Verá, la cuestión es que el comportamiento de su esposa era realmente sospechoso, y en aquella época no podíamos haber actuado de otra manera. Al fin y al cabo vender secretos de estado al gobierno soviético siempre ha sido considerado alta traición en Estados Unidos.

  Así que en la agencia teníamos un problema. Por un lado teníamos al prodigioso matemático, que no sólo nos podría dar la clave de la victoria de la Guerra Fría sino la forma segura de moldear a nuestra imagen y semejanza el mundo que viniera después. Pero por otro lado su amadísima esposa no era otra cosa más que una sucia espía. Por supuesto la CIA siempre puede solucionar cualquier problema.




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