viernes, 31 de mayo de 2013

Reflexión


  Entonces, dime, ¿es que acaso tú nunca lo has sentido? Ya sabes a lo que me refiero: esa sensación en tu interior, ese anhelar algo desconocido,... De niño seguro que te han dicho muchas veces: «mira, pero no toques», es una de esas frases de madre. Pues esto es algo parecido: mirar, pero no tocar, no alcanzar, no fundirte con ello en el aleteo de una mariposa.

  Es algo que recorre tu interior, que anida allí como un parásito para imposibilitar la sonrisa. ¿Depresión? Tal vez, quizás,... Quizás la depresión sea el leitmotiv de nuestra época, ¿no crees?, su Zeitgeist. Cierto es que se ve por las calles: gente cabizbaja, impotente; locales cerrados y bolsas de basura volando abandonadas en brazos del viento. Solo fíjate un día, parate a mirar a tu alrededor y eso es lo que ves. Sí, el Zeitgeist de este siglo que va avanzando a trompicones sería el Angst, probablemente, otro término alemán, ya ves que hoy nos sentimos un poco teutones.

  Pero al final, esto es lo que hay, lo que se lleva dentro. Es esa verdad que siempre se esconde, ese obligarte a escoger entre caminos por lo no quieres pasar y ese pensar mil veces en el mensaje que sabes que nunca podrás mandar. Disimúlalo como quieras. Cámbiale el nombre: crisis de los veinte, de los treinta, los cuarenta... terminología vacía; pero terminología de la insatisfacción, de la soledad, del vacío.

  ¿Nunca has anhelado unos labios que sabes que nunca podrás besar?, ¿nunca has sentido que todo esfuerzo se acaba desvaneciendo en una oleada de miserias? Esa es la sensación: como una música sin cadencias que nunca resuelve. Al menos aún te puedes refugiar: puedes llegar a casa y sumergirte en las sonatas de Beethoven, el sordo; llegar a casa y coger un libro y leértelo de una sentada (y a ser posible de Joyce, el ciego), llegar a casa y emborracharte hasta perder el sentido. Pero al final, nada alivia esa sensación, ¿verdad? El leitmotiv de nuestra época ya te ha calado hasta los huesos, como esa lluvia fina que no moja, pero empapa. Y es que eso también es como la lluvia sin fin, o como un año sin verano.

  Pero tranquilo, aún queda una nota de esperanza en esta melodía de desolación (en tono menor, en tono menor), en esta melodía solemne y fúnebre que acecha tras tus sueños, que asalta tus sentidos y que se esconde tras tus ojos. Y es que al final, es esto (ese no alcanzar, esa angustia, ese vacío, ese invierno constante) lo que alimenta la poesía.

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