Mis labios
son cubiertos por la venda,
la mordaza
terrible y duradera
que nos tapa
la boca, y es frontera
entre nuestra
verdad y nuestra senda.
Mis ojos,
sumergidos en lo oscuro,
en el camino
ciego que se extiende
hasta una
arboleda donde un duende
desgarrará,
malévolo, el futuro.
Querría yo
rasgar estas cadenas
que nos
arrastran prestos al olvido
para poder
reírme de las penas,
pero su peso
es tanto, que perdido
me arrastran
sin cesar a las arenas
para al
final, solo morir vencido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario