A veces, solo
a veces
los cristales
que el viento tambalea
se deshacen
callados en la noche
porque así
nos recuerdan a los roces
que antaño
nos besaban silenciosos
con olor de
jazmín, sabor de fresa
y tacto de
amapola en nuestros ojos.
A veces,
cuando miro,
mi rostro es
protegido de los vientos
por un fino
cristal que resquebraja
con el sordo
sonido
de las cosas
que matan,
de los versos
que cantan al infierno,
de los locos
que miran al abismo.
A veces, aún
se nota
cuando el
aire no ruge ni resuena
y el cristal
el silencio nos lo roza,
la lluvia lo
golpea
como lágrimas
rotas
con el seco
sonido de la muerte;
a veces, solo
a veces.
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