Todo un vacío
inmenso se extiende ante mis ojos:
las bestias
se aparean con su rabia rugiente
tumbadas
sobre el cieno del abismo incoloro.
Terrible
pesadilla, premonición de muerte,
imagen de la
nada que inunda mis sentidos
en la noche
dormida, también cuando amanece.
En el
ardiente cielo los llantos de los niños
resuenan en
la arena con un sordo fulgor
que conduce a
los ciegos al hondo precipicio.
En la
apartada orilla donde no brilla el sol,
la doncella
callada ensucia sus cabellos
con risas de
los viejos por no morir de amor
mientras
repite un verso: «Mi vida es un infierno»
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