Pasan los
días por cientos
en una
neblina fría
donde mueren
los momentos
y fallece la
alegría
en este
rincón oscuro
donde nunca
nace el día.
En este mundo
inseguro
la muerte es
lo único cierto
y el llanto,
lo único puro.
La agonía
del despierto
lo invade
todo implacable
con su brutal
desconcierto.
Y olvidamos
lo olvidable,
recordamos
los dolores,
lidiamos con
lo incurable
porque quizás
nazcan flores
sobre las
cenizas grises
donde
irradiaban colores.
Quizás tú
nunca improvises
con la vieja
partitura
y de él
nunca precises,
pero él es
la única cura
que no nos
niega este mundo
a la herida
que supura.
Él es lo
único fecundo
que crece en
la primavera
plagada de
este aire inmundo
que es la
náusea y la sordera,
que es la
angustia y el dolor
y el destino
que no espera.
La agonía
del temor,
el perderse
en el recodo,
el olvidar el
amor.
La náusea lo
inunda todo
y ese todo lo
convierte
a su propio,
triste modo
por que el
sol nunca despierte.
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