Nace el día
en la luz de la mañana
y la noche se
inunda con la luna
por no morir
en la penumbra vana
y no yacer en
la infernal laguna.
Sin rival
reina el sol sobre la vida,
las estrellas
nos muestran el camino
por proteger
a la pasión dormida,
por alejarnos
del dolor dañino.
Pero el día
es fugaz y pasajero
y la noche en
las nubes se nos muere
perdiendo
entre las sombras al viajero.
Y sin sol,
sin estrellas, ya no quiere
el caminante
seguir el sendero
y le pide a
la muerte que lo espere.
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