Rasgado en
dos, cual árbol partido por el viento,
se mece mi
cuerpo en la tempestad de la vida
de un lado
hacia otro, sin detenerse un momento.
A veces
gravito hacia la esperanza perdida
como un perro
abandonado que ronde su casa
buscando
migajas en la mañana dormida.
Otras, me
canso de ser de los fuegos la brasa,
los restos
que quedan en la herida supurando,
el rápido
resplandor que entre los rayos pasa.
Entre estos
dos seres, dos corazones andando:
uno grita en
dolor, otro buscando el silencio
y un ronco y
atroz rugido artero resonando.
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