La chiquilla
seguía
por el camino
para nunca
encontrarse
con el
hastío,
pero el sol
le pregunta:
«dime,
muchacha,
¿por qué
con tanta prisa
te vas de
casa?»
Pero ella no
escucha,
solo se ríe
y continúa
andando,
cortando el
aire.
Ya se le hace
de noche,
con sus
estrellas,
y la luna se
asombra
de verla a
ella.
Y la luna le
dice:
«dime, mi
niña,
¿por qué
tan apurada
así
caminas?»
Pero ella no
escucha,
solo prosigue
y se adentra
en lo oscuro
con paso
humilde.
Y en lo
oscuro se adentra,
hasta la
muerte
perdida en
mil sombras,
entre la
nieve.
Y cuando sol
y luna
por fin se
encuentran,
lloran sobre
los restos
de nuestra
bella
que abandonó
su casa
buscando
amante,
sembrando la
esperanza
entre las
calles
para acabar
muriendo
en la vereda,
con su cuerpo
temblando
y su alma
inquieta,
porque nunca
aprendió
que una
muchacha
para al fin
ser feliz no
necesitaba
encontrar en
la vida
otra persona,
sino que le
bastaba
con ella
sola.
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