Se juntan los
dos en la oscuridad
entre el
aleteo de mariposas,
el roce de
los besos en sus bocas
y contemplan
sus almas como el mar,
agitadas y
revueltas las olas,
la tempestad
del deseo fugaz,
la dulce
llamada de lo carnal
como el agua
que acaricia las rocas.
Las rocas que
se alzan de la tierra,
la tierra que
se hunde entre sus valles,
los valles
que se funden con la arena
donde crean
con sus cuerpos el baile
del placer,
del orgasmo, de la hoguera
que dicta sus
ritmos bellos, salvajes.
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