Si tu suave
piel fuera recorrida
en esta hora
por mis sencillas manos,
si tu risa me
estuviera abrazando
y en el
abrazo se uniera a la mía,
si tus pies
trazaran el sutil arco
de la
belleza, de la vida misma,
y tus
pestañas cruzaran la sima
que se
desvanece hacia mis labios...
esta noche no
acabaría nunca
envueltos en
el placer de los besos,
del sudor que
se desliza en tu nuca
y baja para
enredarse en tu pelo.
Esta noche no
acabaría nunca
pues nunca se
acabaría el deseo.
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