La noche es
buena para los amantes
que se
acercan y comparten sus besos
varados en
los fugaces instantes
en que los
cuerpos se juntan traviesos.
Al cruzar sus
miradas penetrantes
y realizar
sus deseos expresos
deslizando
sus manos deslumbrantes
por sus
senos, su boca, sus excesos
y su muslo,
su sexo (y su cara,
tan bella y
perfecta), el tiempo para
y lo nocturno
se adueña de todo:
del universo,
del agua, del modo
en que tan
silenciosa cae la luna
en la noche
callada, en la bruma.
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