Anteriormente en Opus 133
La noche del veintidós
de enero del ochenta y cuatro, agentes de la CIA asaltaron la casa
del señor Füller haciéndose pasar por unos simples ladrones. La
espía fue eliminada. Para reducir al mínimo los daños colaterales
tuvimos que dejar inconscientes al resto de habitantes de la casa. La
niña fue mandada a un orfanato y a su padre se le dijo que había
fallecido. La agencia siempre busca tener un seguro, y en caso de que
la fructífera colaboración que manteníamos se hubiera roto en
algún momento… Bueno, la niña no estaría ahora mismo ahí
sentada.
¿La ve? Su nombre real
es Emily Füller. No grite, no puede oírle con todas las drogas que
le hemos suministrado. Por favor déjeme continuar con la historia.
No nos obligue a drogarle a usted también.
Bien, ahora que ya está
más calmado permita que prosiga. Tras la eliminación de la agente
bolchevique los genes de la familia Füller dieron un paso al frente,
por así decirlo, y el hijo desarrolló la misma enfermedad que había
tenido el padre. A pesar de todos nuestros intentos por ayudarle, el
señor Füller intentó suicidarse en un par de ocasiones. Por suerte
para todos, nunca alcanzó su objetivo. Tan desesperado estaba que
fue objeto de acalorados debates en las más altas esferas. La
gravedad de su estado era evidente, pero usted mismo nos proporcionó
la solución perfecta.
Aún recuerdo aquella
mañana que usted apareció en mi despacho diciendo que quería ser
el sujeto número uno en la fase de experimentación. No nos quedó
más remedio que aceptar, señor Füller. Desde ese mismo momento
usted asumió todos los recuerdos y la vida de Joseph Bergman, agente
de seguros, un hombre bastante mediocre que había fallecido en un
accidente aéreo de poca importancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario