De las más
altas cumbres la trajiste:
en tu seno
recorrió los caminos
del profundo
mar, de los densos pinos,
grabando los
momentos que viviste.
Era una rosa
de risa de plata,
de largos
silencios estaba henchida,
de cortar su
tallo había una herida
de la luz de
luna, de ojos de gata.
La muerte se
le acercó inesperada,
en silencio
por creerla dormir,
mas ella aún
sintió su brutal lanzada.
Y la parca
así le escuchó decir:
«Vivir por
vivir es ser engañada
y el que está
muerto no quiere morir.»
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