«París es una enorme
metáfora»
Rayuela, Julio
Cortázar
Haces de luz
deslizándose entre la Torre Eiffel, oleadas de arte emergiendo del
Louvre, acordeones callejeros resonando en Montmartre. A veces
recorro París con la mente, imaginándome en aquella otra esquina o
ese puente sobre el Sena. París es la ciudad de un millón de
sueños, donde los soñadores nunca despiertan. Un vaso de absenta en
el Moulin Rouge, un mirar a los ojos de esa preciosa mujer, un
contemplar exhausto a los Campos Elíseos.
El mundo es un lugar
triste y vacío, salvo París.
Nunca he estado entre
tus calles, lo confieso. Nunca he paseado por tus bulevares ni me he
sentado en tus terrazas a contemplar cómo pasa la mañana. Nunca he
vivido un atardecer en tus aires, lo confieso. Y quizás nunca lo
haga, pero en ocasiones el deseo es más fuerte que la realidad y
puede modelar nuestro mundo. Sí, París, sí; nuestro mundo, el tuyo
y el mío.
Entre tus calles, me veo
como un vagabundo: deambulando, observando, respirando, leyendo Rayuela en algún parque olvidado y haciendo afear la belleza
que me rodea. Me veo como un vagabundo, en ocasiones vendiendo
poemas, en ocasiones suplicando limosnas, sólo para poder rodearme
de tus joyas, tus encantos y tus encuentros. ¿Encontraría a la
Maga? Quién sabe si existe siquiera...
Entre tus calles, me veo
como un vagabundo; y París lo es todo para mí, pero yo soy solo una
mancha en el discurrir de su tiempo, de su encanto, de su brisa. Para
mí, el todo; para París, la nada. Y así, París, es como te echo
de menos sin haber estado nunca en Montmartre, en el Louvre, en
aquella preciosa mujer,... Y así, París, es como te echo de menos
sin haber sido nunca tuyo.
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