Divisar el
mañana, encontrar un camino
en el cual
las pasiones, los momentos, los besos
del amante a
la amada se remarquen impresos
en lo breve
del tiempo, en ardor repentino.
Vadear estos
ríos del insomnio malditos,
esquivar los
problemas de la vida orgullosa
y emerger
victorioso, aferrando la rosa
del mirar
delicado de unos ojos bonitos.
En la noche
que pasa, silenciosa y callada,
contemplando
la luna, las estrellas y el cielo
(las farolas
oscuras, el cantar de la nada),
el poeta se
cansa de apartar el flagelo
del temor y
la duda, que le espera apostada
a la puerta
de casa, impidiendo sus sueños.
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