Cuando
retumba el viento con su tambor maligno
y de las
tumbas se alza un quejido sonoro
que vibra por
el mundo con furibundo grito;
cuando muere
el momento, engullido en el todo
(el ayer
desolado, el futuro baldío),
cuando reina
el silencio, el callado rescoldo...
A través de
los cielos, como un ángel caído,
las estrellas
se rasgan en la noche de enero
porque caiga
profundo el poeta maldito
diciendo con
un gesto: «Mi pecado no entiendo
pero el
castigo es vano, porque siempre prefiero
reír en el
infierno a llorar en el cielo.»
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