Entonces, dime, ¿es que
acaso tú nunca lo has sentido? Ya sabes a lo que me refiero: esa
sensación en tu interior, ese anhelar algo desconocido,... De niño
seguro que te han dicho muchas veces: «mira, pero no toques», es
una de esas frases de madre. Pues esto es algo parecido: mirar, pero
no tocar, no alcanzar, no fundirte con ello en el aleteo de una
mariposa.
Es algo que recorre tu
interior, que anida allí como un parásito para imposibilitar la
sonrisa. ¿Depresión? Tal vez, quizás,... Quizás la depresión sea
el leitmotiv de nuestra época, ¿no crees?, su Zeitgeist. Cierto es
que se ve por las calles: gente cabizbaja, impotente; locales
cerrados y bolsas de basura volando abandonadas en brazos del viento.
Solo fíjate un día, parate a mirar a tu alrededor y eso es lo que
ves. Sí, el Zeitgeist de este siglo que va avanzando a trompicones
sería el Angst, probablemente, otro término alemán, ya ves que hoy
nos sentimos un poco teutones.
Pero al final, esto es
lo que hay, lo que se lleva dentro. Es esa verdad que siempre se
esconde, ese obligarte a escoger entre caminos por lo no quieres
pasar y ese pensar mil veces en el mensaje que sabes que nunca podrás
mandar. Disimúlalo como quieras. Cámbiale el nombre: crisis de los
veinte, de los treinta, los cuarenta... terminología vacía; pero
terminología de la insatisfacción, de la soledad, del vacío.
¿Nunca has anhelado
unos labios que sabes que nunca podrás besar?, ¿nunca has sentido
que todo esfuerzo se acaba desvaneciendo en una oleada de miserias?
Esa es la sensación: como una música sin cadencias que nunca
resuelve. Al menos aún te puedes refugiar: puedes llegar a casa y
sumergirte en las sonatas de Beethoven, el sordo; llegar a casa y
coger un libro y leértelo de una sentada (y a ser posible de Joyce,
el ciego), llegar a casa y emborracharte hasta perder el sentido.
Pero al final, nada alivia esa sensación, ¿verdad? El leitmotiv de
nuestra época ya te ha calado hasta los huesos, como esa lluvia fina
que no moja, pero empapa. Y es que eso también es como la lluvia sin
fin, o como un año sin verano.
Pero tranquilo, aún
queda una nota de esperanza en esta melodía de desolación (en tono
menor, en tono menor), en esta melodía solemne y fúnebre que acecha
tras tus sueños, que asalta tus sentidos y que se esconde tras tus
ojos. Y es que al final, es esto (ese no alcanzar, esa angustia, ese
vacío, ese invierno constante) lo que alimenta la poesía.
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